Por: Yinamalía Suárez Vélez, interprete ambiental
La ropa se ha convertido en una de las grandes industrias que aportan -en todas sus fases- al deterioro del ambiente.
Esto ocurre debido a tres factores principales; deforestaciones de bosques para los monocultivos de materias primas que se convertirán en textiles, la contaminación de las cuencas hidrográficas por el uso masivo de químicos contaminantes y por su corto ciclo de vida.
La gran mayoría de nuestra ropa es una mezcla creada de distintos materiales como los son el algodón, fibras celulosas o viscosas (bambú, arboles), lana, seda, cuero, rayón entre otros. Estas materias son sometidas a una complejidad de procesos que requieren inmensas cantidades de agua, petróleo y químicos. Además, luego son trasportadas en barcos o aviones que emiten cientos de toneladas de dióxido de carbono.
Por tal razón, la producción de textiles a gran escala convierte a la industria de la moda en un gran potenciador del cambio climático y de la contaminación ambiental en general. Tanto así que, en Puerto Rico, anualmente llegan a nuestros vertederos 400 millones de libras en ropa y otros textiles.
Esta situación se debe al llamado “fast fashion” que promueve la idea de que la ropa es un objeto desechable; algo que se usa unas veces y luego se descarta. Así que, antes que logremos aplicar algunas soluciones a esta problemática, debemos de gestionar un cambio en nuestra perspectiva sobre la ropa.
Ya no podemos darnos el lujo de comprar por comprar y botar cuando ya esa pieza no esté de moda o ya no la deseemos en nuestro “closet”. Hay que pensar qué voy a comprar, a quién le voy a comprar, quién manufacturó, en dónde lo manufacturaron, de qué tipo de cultivo esta creado, bajo que estándares de prácticas laborales justas se rige la compañía, que prácticas de conservación ambiental aplican en sus procesos, cuál es su tiempo de vida útil, entre muchas otras interrogantes.
Para algunas personas estas preguntas son abrumadoras y hasta irrelevantes, pero les cuento que no podemos pretender crear un cambio con solo mirar una parte de la problemática.
Luego de un proceso de introspección sobre el impacto del “fast fashion”, busqué alternativas más sostenibles y duraderas. Entre ellas, el uso de telas de algodón orgánico y bambú. Ambos textiles son una buena alternativa para sustituir telas poco duraderas y, según mi investigación:
- El algodón puede ser una buena opción si la obtenemos de compañías que practiquen técnicas sostenibles, y que sea algodón 100% orgánico.
- El bambú se considera una alternativa sostenible al uso de plástico y de árboles madereros ya que es una grama de rápido crecimiento que se regenera por sus raíces y no requiere ser resembrado ni el uso de fertilizantes. El uso de esta materia para nuestros cubiertos, utensilios de cocina, cepillo para cabello, peinilla y cepillo de dientes es excelente ya que requiere menos preparación que cuando lo utilizamos para textiles.
Otras alternativas y soluciones para erradicar el “fast fashion” son:
- Reutilizar textiles es considerado una excelente forma de disminuir el impacto ambiental que crea nuestra ropa. Podemos convertirlos en otras piezas de ropa, artesanías, paños para la limpieza, entre otras cosas.
- Intercambiar tu ropa con familia o amigos. Así renovarás tu closet sin invertir más dinero.
- Donar tu ropa a personas de tu comunidad que la necesitan. De esa manera, apoyas a alguien con menos recursos y evitas que tu ropa se convierta en basura.
- Comprar ropa de segunda mano. Algunos quizá lo consideren raro, pero es realmente una forma de alargar la vida de nuestra ropa o textiles. Lo que para ti es viejo, para otra persona es nuevo.
- Reciclar la ropa que ya no esté en buenas condiciones es tal vez la última alternativa sostenible. Existen buzones donde puedes llevar los textiles que ya no deseas.
Hagamos todo lo posible por evitar que los textiles lleguen al vertedero. Vivamos de forma consciente y tomemos las medidas para extender la vida útil de nuestra ropa.