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Las fascinantes gestoras de la polinización y sus apasionados defensores

Las abejas son pequeñas heroínas encargadas de una labor vital para la agricultura y la biodiversidad: la polinización. Con su característico zumbido e incansable actividad, aportan a la fecundación de las plantas. A pesar de ser temidas e incomprendidas por algunas personas, afortunadamente, cuentan con apasionados defensores, como William “Willy” Burgos Domínguez, líder de Reforestación de Para la Naturaleza, y Stephanie Camacho Bonaparte, oficial del Proyecto del Apiario de la Reserva Natural Hacienda la Esperanza (HLE), en Manatí.

La polinización es crucial para la supervivencia de los ecosistemas, siendo esencial para la producción y reproducción de numerosos cultivos y plantas silvestres, establece la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Casi el 90 por ciento de las plantas con flores necesitan este proceso para reproducirse. Además, el 75 por ciento de los cultivos alimentarios del mundo y el 35 por ciento de las tierras agrícolas globales dependen en alguna medida de la polinización. Por tanto, los polinizadores no solo son vitales para la seguridad alimentaria, sino también para la conservación de la biodiversidad.

Para crear conciencia sobre la importancia de los polinizadores, las amenazas a las que se enfrentan y su contribución con el desarrollo sostenible, la ONU declaró el 20 de mayo como Día Mundial de las Abejas, y, este año, el lema de la conmemoración se centra en el tema “compromiso con las abejas, de la mano con la juventud”. Esto pone de relieve la importancia de implicar a los jóvenes en la apicultura y los esfuerzos de conservación de los polinizadores como guardianes de la naturaleza.

William “Willy” Burgos Domínguez, líder de Reforestación de Para la Naturaleza, y Stephanie Camacho Bonaparte, oficial del Proyecto del Apiario en HLE.

“Ahora hay muchas personas dedicadas, como nosotros, a educar sobre la apicultura, a pasar el conocimiento. Hay papás que quieren que sus niños aprendan el oficio”, afirmó Burgos Domínguez, quien comenzó en la organización como voluntario bajo la mentoría de la catedrática e investigadora en biología, Dra. Concepción Rodríguez Fourquet, con quien colaboró en el proyecto e investigación de cangrejos en HLE. Además, estuvo involucrado con proyectos del programa Ciudadano Científico de la organización.

Camacho comparte una visión similar. “Hay más personas interesadas en aprender apicultura y, el mensaje sobre la importancia de las abejas poco a poco va llegando”, expresó la bióloga, que, antes de ser parte de la organización, participaba como voluntaria en los censos de aves del Área Natural Protegida Río Encantado, en Ciales, y en los protocolos de jueyes en HLE.

Para la Naturaleza creó en el 2017 el Apiario en HLE en un predio de 2.6 acres. A las abejas se le proporcionó un seto que incluyó la siembra de miles de árboles en las áreas circundantes de este espacio.

Un santuario para las abejas

Para la Naturaleza, reconociendo el gran valor de estos productivos y fascinantes insectos, creó en el 2017 el apiario en HLE en un predio de 2.6 acres en una iniciativa liderada por Burgos Domínguez con la colaboración de Camacho Bonaparte. La organización recibió, además, el apoyo de The Bee Cause Project y la Fundación Ángel Ramos.

El apiario cuenta con ocho vitrinas con sus reinas, obreras, nodrizas y zánganos, donde se pueden ver las colmenas trabajando; 24 estaciones y cajas de observación en la que habitan millones de abejas; un laboratorio de aprendizaje sobre el valor e importancia de las abejas en el archipiélago de Puerto Rico; un área de merendero para cambio de ropa, impartir instrucciones o dividir  tareas e ingerir alimentos de forma segura, además de señalizaciones que cumplen una importante función educativa. En el espacio, además, las abejas producen miel, polen, cera, jalea real y propóleo.

Vista del Apiario en la Reserva Natural Hacienda la Esperanza, Manatí.

Por otro lado, explicó Burgos, a las abejas se le proporcionó un seto que incluyó la siembra de miles de árboles en las áreas circundantes al apiario. Entre las especies destacan las ceibas, maga, retama, roble, jagüey, cupey y palmas. El escogido fue variado para garantizar que las abejas tengan comida durante todo el año según la etapa de florecimiento de las especies. Además de proveer alimento a las abejas, el seto actúa como una barrera contra el viento y el polvo.

Explicó el líder de reforestación que en el apiario prevalece la “abeja africanizada”, una mezcla entre la abeja italiana (Apis mellifera ligustica) y la abeja africana (Apis mellifera scutellata). 

El apicultor indicó que las abejas africanizadas, aunque más agresivas y menos productivas en términos de producción de miel, son excelentes polinizadoras y están perfectamente adaptadas al clima cálido de Puerto Rico. El problema es que “enjambran mucho y al enjambrar mucho, la colmena no se te queda en la caja. Llevas tres meses trabajando con esta abeja y de momento, llegas al apiario y la caja está vacía”, describió Burgos, a lo que agregó que, teniendo en cuenta el comportamiento de estas abejas, mantener el monitoreo constante es indispensable. 

“Tú tienes que estar aquí cada dos semanas, abrir las cajas, inspeccionarlas, mirar quién está en la caja, qué hay en la caja, cuánta comida tiene, cuánto polen y néctar, si hay zánganos, si hay obreras y si está la reina”, estableció el apicultor.

En el apiario en HLE prevalece la “abeja africanizada”, una mezcla entre la abeja italiana (Apis mellifera ligustica) y la abeja africana (Apis mellifera scutellata).

Amor a primera vista

El apiario de HLE es un gran orgullo tanto para Burgos, como para Camacho. Es impresionante lo bien que conocen a las abejas y admirable su inagotable fascinación y compromiso por ellas.

En el caso de Burgos, ese amor comenzó desde sus años formativos, pues el conocimiento y manejo de las abejas lo aprendió desde su crianza de la mano de su familia. 

“En mi familia había tíos apicultores, y, obviamente, yo he estado expuesto a esto desde chiquito”, relató con visible emoción el también ebanista, quien, además, estudió cursos de apicultura con mentores como el Dr. Tugrul Giray. 

Camacho describió lo que siente por las abejas como “amor a primera vista”. Y, a pesar de que como bióloga disfruta del estudio y la conservación de variedad de especies, entre las que destacan las aves y anfibios, como el coquí llanero Eleutherodactylus juanariveroi, las abejas ocupan un sitial importante para ella.

“Cada día uno aprende más de las abejas. Ver cómo todas se organizan para el bien común de la colmena es lo más que me sorprende… cómo cooperan entre ellas para que todo esté bien dentro y fuera de la colmena. En fin, su sentido de comunidad es lo más que me sorprende siempre”, afirmó la oficial del apiario.

En el núcleo de la colmena, la reina regula la conducta de las abejas mediante feromonas y pone hasta 1,200 huevos diarios, mientras las obreras realizan tareas esenciales para mantener y proteger la colmena y los zánganos esperan su momento para fecundar a la reina.

Un fascinante mundo 

Las abejas son merecedoras de la devoción de ambos. Y es que, dentro del vibrante y organizado mundo de una colmena, se despliega un microcosmos fascinante donde cada abeja tiene un papel crucial. En el núcleo de este sistema, la reina gobierna con autoridad, poniendo hasta 1,200 huevos al día y emitiendo feromonas que modifican la conducta de las demás abejas, manteniendo, de esta forma, el orden, control y armonía, mientras que los zánganos esperan su momento para fecundarla. A su vez, las obreras se ocupan de las tareas esenciales, como recolectar polen, proteger la colmena y cuidar de las larvas, pero, sobre todo, a la reina. Estas obreras pasan por diversas etapas a lo largo de su vida, asumiendo roles que van desde nodrizas hasta recolectoras de polen, garantizando que cada engranaje de la colmena funcione a la perfección y asegurando la supervivencia de la colmena.

Los apicultores gestionan las colmenas, asegurando la salud de las abejas, recolectando miel y otros productos apícolas, y manteniendo el equilibrio del entorno de la colmena.

Durante un recorrido por el apiario, Burgos ofreció una detallada descripción de los tipos de abejas de la colmena. Por ejemplo, la reina, desde su nacimiento, vive en condiciones especiales, diferentes a las del resto de las abejas; nace en una celda real y toda su vida se alimenta de jalea real (alimento de los primeros tres días de las larvas y de toda la vida de la reina). Las abejas la producen a través del polen y de la miel por las glándulas hipofaríngeas y mandibulares que están ubicadas en la cabeza de las obreras. El componente principal es royalactina, que permite el cambio morfológico de una larva a una abeja reina. 

La reina es más grande y alargada y, cuando es joven, su producción de feromonas es intensa; esto evita que las obreras construyan nuevas celdas reales y desarrollen la capacidad de poner huevos. Cuando envejece y no produce tantas feromonas, la colmena comienza a construir celdas reales para sustituir a la reina; crían muchas reinas al mismo tiempo y la primera que nace, destruye a las demás. La nueva reina realiza un viaje nupcial donde se reproduce con varios zánganos y una vez fecundada, regresa a la colmena a soltar sus huevos. 

La reina determina la identidad de la colmena y atrae a los zánganos para realizar el vuelo nupcial o fecundación. El primer vuelo nupcial del zángano ocurre entre los seis y ocho días luego de nacer y, en este vuelo, se aparea con la reina; al no poder desprenderse de ella, muere. 

Burgos explicó que la reina se encuentra con los zánganos en el punto de congregación y puede aparearse con ejemplares de diferentes colmenas en el vuelo nupcial. “La reina tiene ‘hijos’ de varios machos y eso asegura la vida de la colmena, porque si se uniera solo a uno que está enfermo, toda la prole nacería igual. La variedad genética protege la garantía de vida de la colmena”, afirmó. 

“En Estados Unidos, como las estaciones del año son bien marcadas, la reina va a invernar y coge un alto, al igual que todas las abejas. En Puerto Rico, como siempre parece verano, la reina no descansa. No es lo mismo una reina poniendo huevos todo el año que una que pone huevos tal vez durante ocho meses”, describió Burgos, agregando que, en nuestro archipiélago, una reina viable puede vivir hasta dos años.

Los zánganos, explicó Burgos, nacen de un huevo sin fecundar y son los machos de la colmena; tienen los ojos y las antenas más grandes que las abejas obreras y no poseen aguijón. Sus alas están más desarrolladas, lo que les permite realizar los vuelos nupciales en largas distancias y por mucho tiempo. Además, sus ojos y antenas son más grandes y su sentido del olfato está más desarrollado para detectar las feromonas de la reina.

Son alimentados por las obreras y pueden consumir cantidades considerables de miel si no se controlan. Cuando hay escasez de alimento, las obreras los sacan para evitar que lo consuman todo. Su única función es fecundar a la reina y en caso de calor excesivo en la colmena, pueden batir sus alas para enfriar el espacio.

Las obreras son más pequeñas, las que realizan la mayoría de las tareas y a las que comúnmente colectan el polen. El apicultor explicó que, luego de picar a una persona y al intentar sacar el aguijón de la piel, se les suele desprender parte de sus intestinos, lo que causa que mueran poco después de la picadura. Pueden vivir hasta 45 días y las tareas que realizan, dependen de su edad. 

Las nodrizas son las abejas más jóvenes y están encargadas de alimentar a las larvas, mantener la higiene, temperatura y humedad adecuada en la colmena, procesar el néctar y el polen y alimentar y cuidar a la abeja reina.

Las constructoras, al tener las glándulas cereras bien desarrolladas, son las encargadas de construir los panales. Por otro lado, las protectoras, teniendo en sus cuerpos más concentraciones de feromonas de alarma y veneno, tienden a estar frente a las piqueras, controlando la entrada de todos los individuos a la caja. Atacan a cualquier intruso, incluyendo a las abejas de otras colmenas. Las pecoreadoras, por su parte, son las encargadas de recolectar el polen, el néctar y el agua. El pecoreo es una de las tareas más peligrosas, ya que se realiza fuera de la colmena, lo que las expone a depredadores y condiciones climáticas adversas.

En el libro “La vida de las abejas”, su autor, Karl von Frisch, a través de estudios y observaciones, explica cómo las abejas se comunican mediante una danza, que consta de una serie de movimientos que indican la dirección y la distancia a las fuentes de alimento. El autor también explora otros aspectos de la vida de las abejas, como su visión del color, su capacidad de orientación y estructura social, proporcionando una comprensión profunda y científica de estos insectos sociales.

Un panel de abejas, también conocido como estructura de panal, es una configuración geométrica de celdas hexagonales que se encuentran comúnmente en la naturaleza, particularmente en las colmenas de las abejas.

Un trabajo duro

Para trabajar con estas pequeñas pero poderosas criaturas, los apicultores deben tomar precauciones, para empezar, usando un traje que, para muchos, tiene similitudes con el de los astronautas. Su uso puede provocar mucho calor. 

El traje de apicultor es la vestimenta o uniforme que utilizan los apicultores para evitar picaduras de abejas mientras trabajan con ellas. Deben ser claros para que no absorban el calor; la parte que cubre la cabeza se le conoce como velo y tiene una malla negra que facilita la visibilidad.

Burgos explicó que cuando una abeja pica, inyecta una feromona que, para las demás, es un comando, una instrucción con la orden de ataque colectivo. “Stephanie y yo, por la experiencia, sabemos cuándo las abejas nos van a dar una ‘pela’. Ese olor dulce, ya nosotros lo conocemos”, comentó entre risas.

“Si nos colocamos el uniforme mal y hay un espacio, por ahí se pueden meter y por donde se meta una, crea el camino, deja su feromona por ahí y las otras dicen: ‘por aquí se metió fulana, por aquí vamos nosotras’”, advirtió.

El traje de apicultor es la vestimenta o uniforme que se utiliza para evitar picaduras de abejas mientras trabajan con ellas.

Cuando se trabaja con abejas, se debe usar el uniforme encima de la ropa, hidratarse bien, evitar el uso de perfumes o fragancias florales, utilizar guantes de goma o cuero, lavar el uniforme con jabón sin olor y el velo, a mano.

El rescate de abejas es otra tarea delicada y crucial. Las abejas atrapadas en lugares inapropiados, como edificios, residencias, maquinaria o vehículos, entre otros, deben ser cuidadosamente trasladadas a nuevas colmenas. Este proceso, que puede parecer un juego de ajedrez, requiere paciencia y precisión para asegurar la supervivencia de la reina y su séquito. Burgos explicó que, en la naturaleza, las abejas desarrollan panales.

“En un rescate, nosotros vamos recuperando todo a la vez (y colocándolo en cajas). Nos interesan los panales porque tienen la cría, el alimento, el polen y la miel. O sea, necesitamos las abejas, pero también la estructura y la comida, y se va haciendo todo a la vez. Son muchos pasos que tenemos que ir haciendo al unísono procurando que, en algún momento de esos pasos, te topes con la reina, que debe estar escondida”, expuso el apicultor, al tiempo que agregó que, el mejor de los escenarios en un rescate es atrapar a la reina primero, pues, si esto sucede, su séquito la seguirá.

Camacho explicó que, por lo general, previo a solicitar la asistencia de apicultores para un rescate que garantice la seguridad de las abejas, las personas recurren en su desespero a medidas extremas que las ponen en riesgo. Algunos, incluso, intentan quemarlas y buscan ayuda profesional cuando la situación se ha salido de control y las abejas se han tornado defensivas.

Una herramienta indispensable y segura para el manejo de las abejas, es el ahumador, un dispositivo cuyo objetivo es calmar a las abejas mediante el uso de un poco de humo denso. Este interfiere con la feromona de alarma que las abejas producen cuando llega un intruso a la colmena. El humo, que no es dañino para las abejas, causa que estas crean que hay un fuego cerca que las hace prepararse para huir de la colmena, lo que las mantiene calmadas y facilita el trabajo del apicultor.

El humo de esta herramienta conocida como ahumador no es dañino para las abejas y las hace prepararse para salir de la colmena, mientras las mantiene calmadas, lo que facilita el trabajo del apicultor.

Polinizando el amor por las abejas

El proyecto del Apiario de Hacienda La Esperanza también educa a las comunidades y escuelas sobre la importancia de las abejas, formando una futura generación que las respete y ame, asegurando, de esta forma, que continúen su labor esencial en el ecosistema de nuestras islas.

“Usualmente son solicitudes que nos envían las escuelas públicas y privadas. En las charlas hablo de la colmena, sus componentes, quiénes la componen, la importancia de las abejas, el rol del apicultor y cómo podemos ayudar a las abejas. También muestro una vitrina con las abejas, es como una colmena pequeña y los productos de las colmenas”, relató la apicultora, quien, además, participa en mesas informativas, particularmente, en los municipios del norte.

Las vitrinas en el apiario muestran el microcosmos de las abejas, su uso beneficia el mejor entendimiento para los visitantes de cómo opera una colmena.

La bióloga ha evidenciado la importancia de llevar al público este conocimiento. Siendo ejemplo de esto, el resultado de una charla que ofreció a niños de sexto grado en una escuela. “Semanas después de la charla, la maestra de los estudiantes me llamó para compartirme el cambio que vio en sus estudiantes. Cada vez que entraba una abeja en el salón, se ponían histéricos y empezaban a gritar, y después de la charla, cuando vieron una abeja entrar al salón, buscaron un vasito, la metieron ahí y la sacaron. El mensaje está llegando a ellos, y lo más importante es que ellos se lo pasan a sus mamás, papás, demás familiares y amigos”, compartió emocionada.

Camacho, además, cuenta con una red de voluntarios líderes que “son mis ayudantes. Este trabajo requiere a más de una persona, no porque sea sumamente peligroso, sino por el calor. Uno se pone el uniforme encima de la ropa, y la temperatura está caliente, además de la humedad. Uno se puede deshidratar sin darse cuenta. Si no hay nadie cerca, es bien arriesgado”.

Por otro lado, explicó que los voluntarios (que no deben ser alérgicos a las abejas) la apoyan con tareas de mantenimiento del apiario. “Sin ellos, no podría trabajar en el apiario. Ellos son mi mano derecha”, destacó. 

Dentro del vibrante y organizado mundo de una colmena, se despliega un microcosmos fascinante donde cada abeja tiene un papel crucial.

Sobre el Manual de Apicultura 

Este manual, producido y publicado por Para la Naturaleza, ofrece abundante información sobre las abejas, los apiarios y la labor de los apicultores. Aborda, además, el mundo de las abejas dentro y fuera de la colmena, su rol en la polinización, los productos que podemos obtener y una guía de manejo de los principales instrumentos de trabajo en un apiario. Se encuentra disponible en las tiendas de los Centros de Visitantes de Para la Naturaleza o en nuestra tienda en línea.

Conoce más sobre el interesante mundo de las abejas en el Manual de Apicultura, escrito por William Burgos y Stephanie Camacho, disponible en tienda.paralanaturaleza.org.

Únete como persona voluntaria en el Apiario

Si quieres ser parte del grupo de voluntarios en el Apiario de la Reserva Natural Hacienda La Esperanza, puedes escribirnos a voluntarios@plng.org y a stephanie.c@pnl.org; o comunicarte al (787)340-4008 ó al (787)722-5882. 

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