La polémica sobre las macrogranjas y su impacto ambiental se ha intensificado en los últimos días en España a consecuencia de las declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, que criticó este modelo y defendió la ganadería extensiva. Un debate similar se está dando, con más o menos intensidad, en otros países europeos, aunque las medidas contra este tipo de instalaciones todavía son escasas: solo Holanda apuesta tímidamente por cerrar algunas de estas instalaciones.
Alemania: una población cada vez más concienciada
El bienestar animal y la contaminación que genera la ganadería intensiva son cuestiones que preocupan a los alemanes. Cada cierto tiempo aparecen en las noticias imágenes de explotaciones ganaderas en las que aparentemente no se cumple la normativa y los Parlamentos regionales suelen debatir sobre ello. En agosto pasado una pregunta parlamentaria de los socialdemócratas desveló que en Baden-Württemberg las macrogranjas de cerdos solo son inspeccionadas cada 11,5 años de media. Los Verdes han sido muy beligerantes con las macrogranjas. En 2017, cuando negociaban una coalición de Gobierno con los democristianos y los liberales —que finalmente no salió adelante— exigieron que el acuerdo incluyera una disposición para cerrar progresivamente este tipo de instalaciones en un plazo máximo de 20 años. Ahora que forman parte del nuevo Ejecutivo tripartito —con socialdemócratas y liberales— abogan por “acabar con los precios basura” de la carne, como dijo hace unos días el ministro de Agricultura alemán, Cem Özdemir, del partido ecologista. En el actual acuerdo de coalición no se recoge explícitamente ninguna medida en ese sentido aunque sí habla de “la reestructuración de la ganadería” y de apoyar a los ganaderos “en el camino hacia la neutralidad climática”.
Alemania es el segundo productor de carne de cerdo de la UE, por detrás de España. Casi el 80% de los cerdos que se sacrifican proceden de granjas donde se engorda a la vez más de 1.000 animales. En los últimos 15 años, el 80% de los ganaderos han dejado de criar animales mientras aumentaba la producción de carne un 50%, según datos de la Fundación Heinrich Böll, lo que demuestra el cambio en el modelo de producción hacia las macrogranjas. Las explotaciones pequeñas están desapareciendo y, de hecho, la ganadería ecológica es prácticamente inexistente: solo el 0,6% de las granjas producen carne de cerdo bajo ese marchamo. Sin embargo, la población está cada vez más concienciada. Varias encuestas recientes muestran que cada vez más personas estarían dispuestas a pagar más por carne de mayor calidad. La organización ecologista Greenpeace ha propuesto esta semana subir el IVA a los productos animales en Alemania, que actualmente están gravados al 7%, y bajarlo o eliminarlo en el caso de frutas y verduras para compensar.
Francia: el 82% de los ciudadanos, contra la ganadería industrial
Francia, primera potencia agrícola de la Unión Europea, vive los debates sobre el modelo productivista en el campo como un desgarro íntimo: basa su prestigio en el renombre de sus productos por su calidad, pero al mismo tiempo su potencia y su idea de soberanía alimentaria se apoya en la capacidad de producir a escala industrial. La condición casi sagrada del agricultor se ha visto tambaleada en los últimos años por campañas de grupos ecologistas y la concienciación en la opinión pública sobre la realidad y los efectos de las macrogranjas. Un sondeo reciente del instituto Ifop señalaba que el 82% de franceses sería partidario de acabar con la ganadería y la cría industrial de animales para el consumo. El problema es que si este deseo se aplicase a rajatabla, la agricultura francesa se desmoronaría: hoy unos ocho de cada 10 animales —pollos y cerdos principalmente— viven confinados en granjas intensivas en Francia, según cálculos de organizaciones ecologistas.
El presidente francés, Emmanuel Macron, ha defendido la necesidad de una transformación del modelo productivo y de consumo y puso en marcha un plan de inversión pública de 5.000 millones de euros para “responder mejor a las expectativas de los consumidores y de los conciudadanos para preservar la soberanía alimentaria francesa y, al mismo tiempo, la calidad de la producción francesa”. Macron considera que “seguirá habiendo varios modelos agrícolas”, incluido el intensivo, pero sostiene que para Francia no tiene ningún sentido competir con otros países que producen más masivamente y con menor calidad. Según el presidente, los productores franceses no pueden proponerse “competir mañana con la granja de 100.000 vacas en China ni con Brasil, Ucrania o Rusia en la gama de los pollos congelados”. La política de Macron ha consistido en impulsar esta transformación sin dejar de defender a la industria ante las críticas y ataques de ecologistas y animalistas. “La ganadería francesa es calidad”, decía hace unos días el ministro de Agricultura, Julien Denormandie.
Italia: ayuntamientos que luchan contra instalaciones intensivas
Actualmente no existe en Italia un debate activo sobre las macrogranjas, aunque en algunas regiones la movilización ciudadana o de organizaciones ambientalistas contra la ganadería intensiva ha llegado hasta la justicia. Es el caso de San Cassiano, un pequeño ayuntamiento de la provincia de Mantova, que lleva años luchando contra el asentamiento de una macrogranja de pollos. El Consejo de Estado ha dado la razón a la administración municipal, aunque las autoridades provinciales han autorizado la apertura de la planta. En otra localidad de la misma provincia, Schivenoglia, un tribunal ha ordenado al Ayuntamiento responder y ofrecer datos a las peticiones de varias organizaciones ambientalistas que protestaban contra la construcción y ampliación de macrogranjas de porcino, autorizadas por las autoridades locales sin un procedimiento de Evaluación de Impacto Ambiental, al que deben someterse las explotaciones porcinas intensivas de más de 3.000 cerdos, consideradas “industrias insalubres de primera clase”.
Según la Base de Datos Nacional de Ganadería (BDN), la mayoría de explotaciones intensivas de vacuno, porcino y aves de corral en Italia se concentra en el norte del país, entre Lombardía, Piamonte, Emilia Romagna y Véneto. En concreto, la mayor parte está en una zona muy restringida que abarca las provincias de Mantova, Brescia, Reggio Emilia y Módena. Durante varios años la provincia de Brescia ha registrado un número mayor de cerdos que de habitantes. Las asociaciones verdes denuncian el impacto negativo medioambiental de la ganadería intensiva y alegan que no es casualidad que las regiones más afectadas por la contaminación atmosférica en el país sean también las que concentran mayor número de macrogranjas.
Reino Unido: campañas contra la ganadería intensiva
En Reino Unido, las campañas legales y políticas contra el factory farming, la ganadería intensiva, son sobre todo obra de organizaciones como Humane Being, Animal Aid o Viva. Esta última recabó el verano pasado cerca de 20.000 firmas —entre ellas la del humorista Ricky Gervais— en una carta abierta a Johnson para que impulsara la reducción del consumo de carne. La Estrategia Nacional de Alimentación, un informe encargado por el propio Gobierno británico a una comisión independiente formada por representantes del sector agrícola, ganadero, de la industria alimentaria, las universidades y el sistema público de salud. La principal recomendación del informe era que se redujera el consumo de carne para 2032 un 30%, y se incrementara en la misma cantidad el consumo de verduras y frutas (respecto a las cifras de 2019). “Uno de los modos más eficaces de reducir las emisiones de carbono y devolver terreno a la naturaleza es reducir el consumo de proteína animal”, defiende el documento, que señala que el 85% de la tierra utilizada para producir comida tiene como destino último alimentar la ganadería intensiva.
A pesar de la fama del Reino Unido como un país especialmente volcado en la protección y defensa de los animales, también allí se han extendido las llamadas macrogranjas. Una investigación llevada a cabo por el diario The Guardianen 2017 apuntaba ya a una cifra de más de 800 instalaciones de ganadería intensiva por todo el país. Ningún condado era ajeno a esta situación. Las cifras que pudo aportar, durante el año pasado, la organización Compassion in World Farming (Compasión en la Ganadería) a la Cámara de los Comunes sirven para describir una realidad: el descomunal número de animales criados cada año en Inglaterra en instalaciones interiores: 1,2 millones de cerdos, 140 millones de pollos o 13 millones de gallinas ponedoras. Las cifras, sin embargo, no dicen nada por sí solas. “Tiene mucho más que ver con el modo en que se gestionan esas granjas. Hay operaciones de ganadería intensiva que son horribles, mientras otras son un fantástico ejemplo de como cuidar a los animales y producir buenos resultados”, ha explicado Charles Godfray, el director del Programa sobre el Futuro de la Alimentación que desarrolla desde hace años la Universidad de Oxford.
Holanda: un ministerio para reducir el impacto de las grandes granjas
Los holandeses se muestran preocupados por el impacto de las macrogranjas porcinas de mayor tamaño. Esa preocupación ha llevado al Gobierno de Países Bajos a centrarse en reducir poco a poco el impacto de las granjas, su número y el de los animales, y en favorecer la sostenibilidad y el bienestar animal. Pero como el sector es muy importante, no habla específicamente de cerrar macrogranjas. Con casi 11,4 millones de cabezas en 2021, la cabaña porcina es de gran importancia económica en el país. El Ministerio de Agricultura holandés subvenciona desde 2019 la clausura voluntaria de granjas de diversos tamaños cercanas a zonas pobladas para evitar las molestias de los olores. Por su parte, el nuevo Gobierno de centroderecha, que prevé presentarse el 10 de enero, incluye un departamento con un ministro de la Naturaleza y el Nitrógeno, incluido dentro del ministerio de Agricultura y encargado de la reducción de las emisiones de todo el sector ganadero nacional. Los nitratos, derivados del nitrógeno, pueden contaminar los suelos a través de los fertilizantes agrícolas o por los excrementos de los animales.
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