El artista Martín García Rivera ha creado un retrato de Asunción Pellicier usando las descripciones de las cédulas de las personas esclavizadas, y lo que sabemos de su oficio y vida. Hoy, al reconstruir la imagen de Asunción, buscamos acercarnos a quien fue, más allá de los registros que quedaron de ella.
Es poco lo que se cuenta sobre las vidas de las personas esclavizadas durante y después de la abolición. Lo que sabemos de ellos durante el periodo de la esclavización fue registrado por aquellos en poder, priorizando sus necesidades solamente. La omisión de los puntos de vista de las personas que fueron el centro de la institución de la esclavitud ha perpetuado el silenciamiento de sus voces en el récord histórico. La explotación de africanos y afrodescendientes fue un evento abominable en la historia de Puerto Rico y de la humanidad. Pero aún dentro de la opresión e indignidad, las personas esclavizadas buscaron afirmar su capacidad de resistencia mediante actos de cimarronaje como: levantamientos, fugas, querellas y otras acciones grandes y pequeñas en su vida cotidiana. En una institución que separó forzosamente a las personas de sus raíces y de sus familias, el sostener los lazos familiares y procurar el apoyo de otros en la misma situación es un acto de afirmación de identidad y de protesta. Este pareciera ser el caso de Asunción Pellicier.
El nombre de Asunción comienza a aparecer en los padrones de esclavizados de Hacienda La Esperanza a partir de 1865. Junto a ella estaban su madre Agustina, los cinco hijos de Asunción –Simplicio, Luis, Matías, Pascasio y María– y los otros seis hijos de Agustina: Carlos, Santos, Ceferino, Domingo, Nepomucena y Blasina. Los trece miembros de esta familia habían sido adquiridos por el Marqués de la Esperanza de una dotación de Mayagüez, coincidiendo con la expansión de las operaciones en la hacienda. Habían sido separados de la madre de Agustina, Marcela. Agustina había sido traída de Martinica; todos los demás miembros de la familia nacieron en Mayagüez. Para 1872, casi todos tenían un oficio en la operación de la hacienda, incluyendo al joven Luis, que acababa de cumplir los 12 años. Todos eran labradores en el campo talando caña.
*Árbol genealógico de Asunción Pellicier (presiona la imagen para ampliar)
Las cédulas de las personas esclavizadas incluían una descripción física, utilizada para identificarlas y vigilarlas, sin reconocerlas en su totalidad como seres humanos con historias, afectos y aspiraciones. A través de los años, las cédulas de Asunción la describen como una mujer “mulata”, de ojos “acaparachados” (hazel), pelo “pasa”, nariz “pequeña”, boca, cara y cejas “regulares”. Esta información fue la que usó el artista Martín García Rivera para realizar su ilustración. (Fuente: Cédula de Asunción, 20 febrero 1870, Folio 2960, Registro de Esclavizados de Hacienda La Esperanza 1870, Intendencia Caja 2 Departamento de Arecibo, Fondo Diputación Provincial, Archivo General de Puerto Rico).
Mientras Asunción estuvo esclavizada en Hacienda La Esperanza conoció a Juan Saturnino, un joven labrador que también había nacido en la hacienda. Según documentación histórica recopilada por Para la Naturaleza, sabemos que Asunción y Juan Saturnino establecieron una relación duradera que trascendió la abolición y que continuó hasta el fallecimiento de Juan en 1894 a causa de tétano, cuando tenía 45 años. El recuerdo de Juan Saturnino, quien había adoptado el apellido del Valle después de la abolición, perduró toda su vida: Asunción continuó identificándose como viuda en los censos hasta su muerte.
Los miembros de la familia adoptaron el apellido Pellicier, asociado a su tiempo en Mayagüez. Muchas personas esclavizadas asumieron los apellidos de sus antiguos esclavizadores, pero el que esta familia adoptara el apellido Pellicier y no Fernández pudiera reflejar, por un lado, un acto de desafío contra el Marqués de la Esperanza, José Ramón Fernández, por los abusos recibidos y el traslado forzoso de la familia a Manatí y, por el otro, una reafirmación del lugar que consideraban su origen, Mayagüez.
De los documentos históricos y censos de principios del siglo XX se desprende que Asunción mantuvo un vínculo cercano con sus hijos en las décadas después de la emancipación. Todos sus hijos permanecieron en el área de Tierras Nuevas en Manatí (muchos continuaron trabajando en fincas de caña), y en determinados momentos acogieron a su madre en sus casas. Para 1888, Asunción tenía aproximadamente 50 años y vivía con su hija María. En el censo de 1910, rondaba los 70 años y vivía con su hijo Pascasio. Diez años más tarde, vivía con su hijo Luis y sus nietos, una de las cuales recibió el nombre de Asunción en su honor. El censo de 1920 fue su último: Asunción Pellicier falleció el 17 de enero de 1921 de una afección cardíaca.
