Desde sus disciplinas y espacios, Karina Rodríguez, intérprete ambiental Para la Naturaleza; Tischa Muñoz-Erickson, investigadora científico-social; y Monelisa Báez, educadora y pionera del sistema de enseñanza Montessori en Puerto Rico, prevalece un compromiso profundo con la defensa ambiental, la integración comunitaria y la exploración constante de soluciones naturales frente a los crecientes desafíos ecológicos.
Raíces profundas
La conexión con la naturaleza y su defensa, para estas mujeres, comenzó desde la crianza.
Rodríguez, bióloga de profesión, recordó que “el primer árbol que sembré fue junto a mi padre”.
Su papá, recordó, la llevó de paseo por todos los municipios del archipiélago puertorriqueño. “Yo tuve la gracia de conocer los 78 pueblos de mi isla antes de viajar fuera del país… Era escudriñar las plazas, identificar los ríos y las plantas. Ese amor por la tierra, me lo inculcó él”, agregó la intérprete ambiental, quien labora en Para la Naturaleza hace 17 años, los últimos cuatro, en el Antiguo Acueducto del río Piedras, en el que, como parte de su rol, se ha mantenido en contacto directo con las comunidades geográficas del lugar.
Báez, por su parte, fue criada en un entorno de aprecio por los esfuerzos comunitarios. “Mi papá fue miembro de un grupo que hacía mucho trabajo comunitario; aprendí eso de él. Mi acercamiento hacia la lucha ambiental tiene que ver con esa experiencia del trabajo comunitario, de observar en mi casa que tanto mi papá como mi mamá se involucraron en el trabajo comunitario de Villa Nevárez (San Juan). Ese fue el ejemplo que yo viví en mi casa”.
El agua ha sido una constante en la vida de la educadora. “Al lado de mi casa, aquí en Villa Nevárez, donde me crié con mis papás y mi hermano, pasa la quebrada Buena Vista. Ese era nuestro lugar de juego. La brincábamos y caíamos en el agua”, rememoró entre risas.
Muñoz-Erickson, quien trabaja en el Instituto Internacional de Dasonomía Tropical del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, comentó que “de joven, siempre tuvo interés en los asuntos de ciencias ambientales, del manejo de recursos naturales y la sostenibilidad de ellos”. Esa vocación ha guiado su trayectoria profesional y determinado su vida.
Educación ecológica
Rodríguez afirmó que el amor por la tierra la llevó a estudiar biología y ciencias ambientales pero, además, siempre le gustó educar. “Soy una maestra innata. Fui maestra en un aula y luego vine acá (Para la Naturaleza) y, hasta el sol de hoy, estoy educando como intérprete ambiental”, afirmó. “Hemos creado y construido diferentes recorridos enfocados en niños, y también pensando en la inclusión para todo tipo de personas con diversidad funcional”, describió.
Por su parte, Báez -graduada de sociología y antropología y quien laboró 45 años como educadora en el sistema Montessori y actualmente entrena a educadoras que se están insertando en esta corriente educativa- expresó que su amor por la educación fue inspirado por su madre, quien fue “maestra de matemáticas toda la vida en el sistema de enseñanza público de Puerto Rico, en escuelas de Río Piedras”.
“Los niños son agentes de cambio, no en el futuro, desde este momento. Desde que nacen son agentes de cambio dentro de una familia, de una escuela y de una comunidad”, sentenció.
Tras graduarse de la universidad, trabajó en el programa Head Start y luego fue becada en México para estudiar el sistema Montessori, donde participó de talleres de transformación, de crecimiento personal y de la relación humana con la ecología, las plantas, y los animales.
“Este vínculo con la Madre Tierra siempre está, lo que pasa es que si la educación te lo adormece y no te permite que se desarrolle, no aflora el vínculo con tu entorno ecológico. La educación es bien importante para que las comunidades entiendan, ese es mi empeño, que la educación te lleve a ese vínculo con la ecología”, estableció la integrante de Guarda Río.
La agrupación de vecinos de Jardines Metropolitanos, University Gardens y Villa Nevárez -comunidades aledañas al río Piedras- ha establecido desde su fundación en 2021 que su misión es preservar y conservar la integridad biológica del río y sus riberas arboladas, desde su nacimiento hasta su desembocadura, aplicando conceptos de ciudades verdes en pro de la calidad de vida, justicia ambiental y resiliencia a largo plazo ante el cambio climático, con soluciones basadas en la naturaleza. A través de la educación y alianzas multisectoriales, buscan alternativas al proyecto de canalización propuesto por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos.
Guarda Río también ha trabajado colaborativamente en esfuerzos de reforestación, específicamente en el área de encintados verdes de Villa Nevárez y con la creación de un corredor ecológico en la ribera del río Piedras. “¡Ya tenemos sombra!… un sitio donde nos reunimos debajo de una maga, y el tercer sábado del mes, la gente se reúne y le dan cariño a la ribera”, celebró.
Comunidades, custodias de saberes
Muñoz-Erickson comentó que cuando inició sus estudios universitarios, existía “la percepción de que para manejar la naturaleza y mantenerla saludable y no tener problemas ambientales, la solución era separar al humano como el factor impactante. Eso a mí no me hacía sentido. Tenía mucho interés en la conservación, pero esa percepción de separación no la entendía”.
La científica ambiental opinó que la manera en que científicamente se abordaban los problemas ambientales, era a través de las ciencias naturales y que faltaba una mirada más amplia. “Cuando me fui a estudiar a Michigan State University, tenía un trabajo con AmeriCorps trabajando con comunidades en la ciudad de East Lansing. Tuve varias experiencias con comunidades que querían trabajar en cómo mejorar su entorno urbano natural. Son comunidades de bajos recursos, desventajadas”, lamentó.
Trabajando con esas comunidades y entendiendo sus realidades sociales y de seguridad alimentaria, Muñoz-Erickson hizo la conexión entre la gestión ambiental y la naturaleza. “Ahí tuve el ‘clic’ de que estos dos aspectos están conectados y no se pueden mirar de madera fragmentada. Busqué un programa interdisciplinario que me ayudara a utilizar tanto el conocimiento ecológico y sus dinámicas, características de los ecosistemas, además de entender los sistemas sociales y las raíces de muchos problemas sociales, que son la raíz de muchos problemas ambientales”, sostuvo, al tiempo que agregó que esa conexión, la llevó a obtener un grado doctoral de sostenibilidad en Arizona State University.
“Gracias a esa flexibilidad y a ese programa interdisciplinario, pude explorar la interrogante que yo tenía sobre cómo estudiamos y manejamos recursos naturales, que no es un problema puramente científico”, afirmó.
La doctora estableció que la ciencia no puede ser la única fuente de conocimiento en la conservación ambiental, y, por ello, comenzó a trabajar de lleno con las comunidades, “pero no solo en servirlas e integrarlas, sino verdaderamente aprender de su conocimiento”.
Muñoz-Erickson ve a las comunidades como una fuente legítima de conocimiento clave para el rompecabezas complejo de cómo manejar, administrar y utilizar sosteniblemente la naturaleza.
“Desde el instituto y otros proyectos que he tenido con redes, con diferentes instituciones y ciudades por Estados Unidos y otros países en Latinoamérica, hemos estado haciendo mucha ciencia transdisciplinaria, involucrándonos con la comunidad para mutuamente entender la problemática y posibles soluciones. Hemos hecho muchos proyectos donde traemos la ciencia, el saber comunitario y el de profesionales como planificadores, personas que llevan mucho tiempo estudiando, para juntos, diseñar o coproducir conocimientos y soluciones”, aseveró.
Comentó que uno de sus logros profesionales más importante, ha sido servir de hilo conductor logrando que la ciencia y las comunidades trabajen juntas. El otro, que la naturaleza y la comunidad actúen en unión. No obstante, el camino no ha sido fácil.
“Es un trabajo bien intenso, especialmente, desarrollar la confianza. Toma mucho tiempo. No es algo para ponerle lentes rositas, es mucho trabajo, hay que ponerle mucha energía. Dentro de las mismas comunidades no todo lo ven igual. Hay que negociar, hay que buscar puntos en común”, destacó.
Un claro ejemplo de lo antes expuesto, lo ha vivido en su rol de apoyo a las comunidades ríopedrenses como parte de la Alianza por la Cuenca del río Piedras, coalición multisectorial compuesta por científicos, planificadores, diseñadores urbanos, ingenieros ambientales y líderes de organizaciones comunitarias, sin fines de lucro y gubernamentales.
Se reconoce satisfecha por “haber podido conectar a los diferentes grupos comunitarios que ahora están bien activos e involucrados en explorar soluciones a las inundaciones en la ciudad y ver cómo estos proyectos (de canalización) los afectan desde diferentes perspectivas, tanto en lo ambiental, como en lo social y en la vivienda. En la alianza, tuvimos un rol clave en proveer ciencia, información y conocimiento para que ellos (las comunidades) pudieran navegar (en el proceso). No solo conocimiento científico, también institucional y de gobernanza, para que puedan explorar cómo ser activistas en este espacio, ser eficientes, porque si no conocen el proyecto, ¿cómo van a poder relacionarse con él?”, destacó.
La científica se siente satisfecha, además, de ver cómo las comunidades han comprendido que los problemas que enfrentan no se circunscriben específicamente a su calle, a su sección del río “y que es un problema de cuenca, porque la manera que actúa y funciona el sistema hidrológico es a nivel de cuenca”.
Entre las comunidades de la cuenca del río Piedras con las que la alianza colabora se encuentran Puerto Nuevo Norte, Reparto Metropolitano, Jardines Metropolitanos, University Gardens, Villa Nevárez, Caimito, Carraízo, Las Curías y Barrio Quebrada.
“Cuando uno ve los cursos de acción o cosas que los grupos comunitarios quisieran que pasen, en algunos aspectos se pueden interpretar como opuestos. El riesgo de inundación cuenca abajo afecta (a algunos residentes), pero, cuando empiezan a ver el problema y cómo está conectado con lo que pasa cuenca arriba, y cómo desarrollos que estén mal ubicados, los afectan a todos, empiezan a ver que el río es uno y funciona conectado. Nosotros estamos conectados por él y debemos trabajar juntos”, afirmó la doctora.
“Ese rol que hemos tenido con la comunidad ha sido bien satisfactorio, sobre todo, porque hemos aprendido muchísimo del saber de ellos, de la experiencia local directa con las inundaciones, y que me digan, ‘pero es que el río no es el problema, es el sistema de acá, el alcantarillado, o es acá, la carretera’”, afirmó.
Rodríguez, por su parte, compartió que hace casi cuatro años “hemos estado destacados, como acompañamiento en el trabajo de comunidades en Río Piedras y llevamos dos años trabajando con las comunidades geográficas del río (Piedras)”.
Báez recordó que “comenzamos a tratar de visibilizar el río con actividades que atrajeran a la gente, a las comunidades. Ese ha sido mi trabajo dentro de Guarda Río… ¿cómo visualizamos el río? Es un trabajo colectivo. Estamos en contacto con la gente que está trabajando con el río Piedras, Para la Naturaleza, la Alianza por la cuenca del río Piedras y así, hemos ido desarrollando una serie de actividades. Estamos haciendo comunidad en torno al río”.
De frente al río
Muñoz-Erickson, quien también colabora en proyectos con Arizona State University y a nivel internacional con Future Earth -red internacional promovida por las Naciones Unidas-, explicó que el “50% de mi labor en el instituto, es manejando la red de investigación interdisciplinaria de San Juan Ultra (San Juan Urban Long-Term Research Area) que lleva desde el 2010, haciendo estudios social-ecológicos en la cuenca del río Piedras. Yo he liderado esa red con muchos científicos de diferentes disciplinas y con diferentes proyectos auspiciados por el National Science Foundation, la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration) y otros más”.
La investigadora científico-social explicó que San Juan Ultra ayudó en un proyecto de capacitación comunitaria con el público que resultó en la Resolución OPOT-2015-1 de la Oficina de Planificación y Ordenación Territorial del Municipio de San Juan, aprobada el primero de octubre de 2015.
La resolución, en resumen, reconoce la necesidad de abordar los problemas urbanos de manera integral y sostenible; destaca el perjuicio causado por el desarrollo urbano desmedido en áreas vulnerables; enfatiza la preocupación por riesgos como inundaciones; hace hincapié en la importancia de actuar ante amenazas futuras y planificar una ciudad resiliente y, sobre todo, propone la cuenca como unidad protagónica para entender y manejar las inundaciones. Además, se llama a la creación de la Alianza por la cuenca del río Piedras.
“Fue un gran logro, que puso por primera vez en papel una visión de ciudad donde se pone la cuenca como unidad de planificación central para entender y manejar las inundaciones y la importancia de las áreas verdes como otro elemento de manejo de la hidrología urbana”, afirmó.
Báez, dentro de su rol en Guarda Río, enfatizó en que “los ríos deben tener derechos, además, las comunidades que se desarrollan en torno al río tienen vida y nosotros somos comunidades desarrolladas en torno a un río”.
“No aprendimos a vivir con respeto al río. Ahora, estamos aprendiendo eso, que fuimos nosotros quienes invadimos el río, y que tenemos que buscar la solución natural a esto. Eso es lo que yo quiero, las soluciones basadas en la naturaleza”, concluyó la educadora.