El 12 de febrero inició la temporada de anidaje de tinglar 2020, cuando el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales de Puerto Rico anunció el avistamiento del primer nido en Isabela.
Esta noticia ha puesto en alerta a los grupos tortugueros que año tras año se convierten en vigilantes de las playas para proteger las tortugas, sus nidos y su ecosistema. Uno de esos grupos, es el Grupo Tortuguero de San Juan 7 Quillas.
“Ya estamos preparando las playas. Prepararla no solo es caminar la playa, es observar si hay obstáculos para las tortugas. Hay que trabajar con cosas como contaminación en la arena, contaminación lumínica y con objetos que estén puestos fijos en la playa”, explicó Eduardo Álvarez, presidente de la organización sin fines de lucro dedicada a la protección de tinglares y sus áreas de anidaje.
El tinglar es la tortuga marina más grande que existe. Puede llegar a medir entre 4 y 8 pies de largo y pesar entre 500 y 2,000 libras. Este reptil marino se distingue por su caparazón blando y liso con 7 crestas longitudinales, también llamadas quillas.
Esta tortuga tarda aproximadamente 16 años en alcanzar la madurez sexual. El tinglar es pelágico, lo que quiere decir, que pasa la mayor parte de su vida en altamar. Además, es la tortuga marina con la migración más larga, sus enormes aletas delanteras le sirven para recorrer miles de kilómetros.
Los tinglares se sumergen a más de 1,000 pies (305 metros) de profundidad y alcanzan profundidades de sobre 3,900 pies (1,189 metros). Cada 2 o 3 años, solo la hembra se acerca a las aguas tropicales para anidar. Su llegada a las costas arenosas de Puerto Rico ocurre entre los meses de febrero a julio.
Las áreas de anidamiento han disminuido debido al continuo desarrollo de las playas y áreas costeras, principalmente, por la construcción de proyectos residenciales, turísticos e industriales y a la expansión de zonas urbanas. Por otra parte, la contaminación lumínica de las playas desorienta a las hembras a la hora del desove y a los neonatos a la hora de llegar al mar por primera vez.
En consecuencia, el tinglar fue incluido en la lista federal de especies en peligro de extinción en el año 1970. La Ley Federal de Especies en Peligro de Extinción de 1973, según enmendada, prohíbe matar, dañar, molestar, atrapar, comprar o vender una especie, así́ como partes o productos derivados de ellas. Aunque estas actividades clandestinas son difíciles de detectar y controlar, se han unificado esfuerzos por parte de ambos gobiernos para encarcelar y multar a los violadores de estas leyes.
Por eso, el grupo 7 Quillas se mantiene activo durante todo el año. “Hacemos mucha educación para que aquí [en el área de Ocean Park] se reduzca lo que es la contaminación lumínica, que es cualquier foco de luz blanca que dé hacia el mar y haga que se confundan con la espuma blanca que está en la orilla. Eso es bien importante”, señaló Hilda Benítez, cofundadora de la organización y residente de Ocean Park.
Para mantener las playas de Ocean Park en óptimas condiciones, 7 Quillas organiza limpiezas y ha establecido acuerdos con la escuela de “kitesurfing” [surfing aéreo]. “Nos dimos cuenta que había mucha gente que estaba haciendo deportes y otras actividades en la playa, pero también estaba preocupada por el medio ambiente, por la salud de nuestras playas, por la salud de las especies en peligro de extinción. Entonces nos hemos unido y hacemos muchas actividades donde 7 Quillas se encarga de la limpieza de la playa, limpieza fuera del agua y los skiters hacen la limpieza del océano”, destacó Eduardo.
Al final de cada limpieza, lo más que encuentran es “plástico, mucho plástico. Chiquito, grande aquí en la arena, sobre todos los micro plásticos, está siendo un problema bien, bien grande. Y en el agua hay cartón, hay algunas cosas, pero por lo general es plástico, bolsas de plástico o pedazos de plástico que simulan ser una aguaviva, una jellyfish, y eso es el alimento principal de nuestros tinglares. Entonces es un arma muy fuerte para ellos. También encontramos colillas de cigarrillos”, comentó Eduardo, quien añade que las colillas tardan hasta 10 años en desintegrarse.
El líder del grupo tortugueros destacó, “estamos creando conciencia, pero hace falta mucho más para que la gente tenga conciencia sobre eso. Las colillas, pedacitos de plástico como tapitas de botellas, etcétera, pueden ser armas para nuestras especies en peligro de extinción y para nosotros mismos. Está comprobado que ya se ha encontrado en diferentes seres vivos, en peces, aves, micro plásticos, en la carne que nosotros mismos consumimos”.
“El tinglar es la tortuga marina más grande que existe. Puede llegar a medir entre 4 y 8 pies de largo y pesar entre 500 y 2,000 libras“
La relación de los humanos con la naturaleza se transformó significativamente con la llegada de la Revolución Industrial y la Ilustración en el siglo XVIII. La idea del ser humano como parte de la naturaleza se disipó. Desde entonces, muchas personas han visto el mundo natural como un medio para conseguir recursos indispensables para la supervivencia de las personas.
Pero, según Anayra Santory, profesora de filosofía en la Universidad de Puerto Rico y directora de la División Editorial y de Comunicaciones Para la Naturaleza, debido a la crisis climática que enfrentamos, “la naturaleza empieza a jugar un rol protagónico en nuestras vidas ya no solamente