Una estrecha región de playa de arena dorada en el extremo sur de Djiffer, una pequeña pero animada aldea de pescadores en la costa de Senegal, está repleta de criaturas marinas.
Todos los días a última hora de la tarde, pequeñas embarcaciones pintadas de colores llegan y atracan en la costa. Los pescadores vierten sus capturas en la playa, que han pescado en las aguas tropicales de los alrededores de la región de Sine Saloum.
Multitudes bulliciosas de comerciantes se pelean para asegurarse la mejor captura del día: barracuda, raya, ostras, pepinos de mar y el codiciado pez capitán. Sin embargo, la parte más pequeña y quizás más valiosa de la pesca es el caballito de mar.
“Los precios de estos productos han subido muy rápidamente”, cuenta Youssef, un pescadero local que actúa como intermediario entre pescadores y compradores.
Un comercio boyante
Aunque no hay cifras exactas para Senegal, el número de caballitos de mar comercializados en África Occidental ha aumentado drásticamente en los últimos años. Según la organización benéfica de conservación marina Project Seahorse, en 2018 se exportaron 600,000 ejemplares.
“Básicamente hay dos maneras de comerciar ilegalmente, ambas vinculadas con la venta de pescado y marisco a Asia, en particular a China”, explica Andrés Cisneros, investigador que realizó un trabajo de campo en Senegal para la ONG en 2015.
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